Víctor Hugo Celis explica en lenguaje de señas por qué se hizo pintor, cómo es su vida y, con ello, nos develiza un mundo para muchos desconocido.
POR JUAN CARLOS LEMUS
Las personas sordas no son menos ni más caóticas que las oyentes por solo el hecho de que no puedan oír. Tampoco son más ni menos fresas, laboriosas, entusiastas, moralistas o chismosas. En la marea humana, discapacitados o no, todos recibimos las mismas tormentas y sosiegos; tenemos goteras y virtudes. La gran desventaja de la persona sorda de nacimiento es que al no verbalizar le es más difícil expresar a cabalidad sus profundas emociones. No es este un gran descubrimiento, ni una contundencia antojadiza, es solo que una persona sorda promedio no explica con exactitud sus dudas acerca de Dios, de la existencia o sus conflictos internos. Sus herramientas son el lenguaje de señas o la escritura, ya sea a máquina de escribir o el correo electrónico, pero ambos no son del todo amigables, ni siempre los tiene a su alcance, como sucede con la mayoría de personas sordas de Guatemala.
Aclaremos, antes de proseguir, que nada garantiza que la verbalización hace más inteligentes a las personas; quizá, ni siquiera las reflexiones profundas sobre la existencia ni las charlas sobre los “grandes temas” son en realidad algo importante. De hecho, la mayoría de los pensadores —oyentes y hablantes— son al mismo tiempo los seres más frustrados sobre la faz de la tierra. Es más, los políticos, los ideólogos y los artistas son, con frecuencia, solo unos loros necios.
Nuestro entrevistado, Víctor Hugo Celis Zamora, es uno de los 72 mil sordos que, calcula el Instituto Nacional de Estadística, residen en el país. En un tiempo pensó hacerse sacerdote católico, pero encontró una mejor manera de canalizar sus emociones: la pintura. Es paisajista, retratista, muralista y escultor. Se graduó de maestro en 1987 de la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla. A sus 49 años, da clases de arte. Es otro de los beneficiados por el benemérito Comité Pro Ciegos y Sordos de Guatemala, entidad que tiene escuelas, clínicas, hospitales y programas de rehabilitación, de gran ayuda para los discapacitados del país, y a la cual agradecemos el apoyo brindado para esta entrevista. Hay que añadir que para realizarla se empleó a dos intérpretes del lenguaje de señas, en español de la capital —esta clase de lenguaje varía, incluso, entre departamentos, como se verá—.
¿Cuál es la manera más adecuada de referirse a una persona con problemas auditivos?
Sorda. Eso es lo adecuado. Yo no me siento mal porque digan que soy sordo. Lo importantes es que se respete a todas las personas, sean o no sordas.
¿Nació sordo?
Sí, nunca he escuchado nada, excepto por un sonido que recuerdo; es uno de cuando yo era muy pequeño, y oí el ruido del agua que corría.
¿De dónde venía el ruido del agua?
Yo tenía unos 10 años cuando, un día, lo oí. El agua caía del techo de la casa. Me gustó ese sonido. Lo recuerdo, es algo parecido a cuando uno traga agua y hace glu glu glu glu glu...
¿Podría usted hablar en lenguaje de señas con un chino, un africano o un ruso?
No. Es diferente el lenguaje de señas que se usa en Guatemala y el de otros países. Hasta es diferente el lenguaje que usamos los de la capital y el que usan en Escuintla, por ejemplo. Las señas cambian mucho; el que usamos en la capital es un lenguaje más parecido al que usan en Estados Unidos.
¿A qué se debe? ¿Es una especie de alienación?
Pese a que hay un diccionario de palabras en español, los jóvenes sordos ven mucha televisión y copian expresiones del inglés.
Una vez, un sordo de Jalapa conoció a un sordo de Estados Unidos y los dos se copiaron las señas. Esa copia influye en otros jóvenes, que mezclan el lenguaje.
Hace poco andábamos con una maestra en Antigua Guatemala y queríamos comprar unos diccionarios de señas en DVD, pero hay de tantas clases que habría que comprar uno de cada uno, eso le decía yo a la maestra. De todos modos, no compramos nada, porque eran muchos los estudiantes con los que andábamos. También tenemos un libro de Asorgua (Asociación de Sordos de Guatemala) que usamos para no mezclar el inglés. Así se respeta el lenguaje que usamos.
¿Cuáles son las desventajas de ser sordo en Guatemala?
Asorgua tiene intérpretes de lenguaje de señas en algunas escuelas, colegios y universidades, pero los sordos tenemos muchos problemas en todo el país, porque somos muy pocos comparados con la cantidad de oyentes que hay. El Gobierno debería impulsar que en todas sus actividades haya intérpretes.
¿Desde cuándo supo que quería ser pintor?
En un tiempo, por influencia de mi madrina Naya, que era muy religiosa. Yo quería ser padre (sacerdote católico). Ella era monja, se llamaba María Zenobia Zamora García. Me regaló un libro de Jesús que tenía muchas historias. Le pregunté a mi madrina por qué ella no tenía esposo, y así aprendí que había gente que se dedicaba a Dios y la religión. Mi madrina tenía la imagen de una virgen, muy hermosa, encantadora, la mantenía limpia, con muchas flores (Víctor Hugo se huele el antebrazo, se lo besa, cierra los ojos, respira profundo y continúa). Después, mi madrina me preguntó que si yo quería ser padre, pero me advirtió que no podía tener novia.
¿Fue por eso que no siguió el sacerdocio?
(Risas) No. No seguí para padre, porque un día vi que fumaban mucho y tenían otras conductas que a mí no me gustaban (risas). Los vi en una reunión, estaban tomando alcohol, mucho guaro, fumaban, y eso no le gusta a Dios. Entonces, mejor me fui. Le dije a mi mamá y a mi madrina eso, que me parecían hipócritas y paganos, y me dijeron que me regresara, que ya no siguiera.
¿Es religioso, o perdió el interés para siempre?
Soy católico. Todos los domingos voy a la Iglesia Trinidad, siempre con mi mamá. Pienso que si hubiera sido padre, estaría ayudando a las personas, diciéndoles que no hagan caso a las prostitutas, porque después tienen problemas. Por ejemplo, si tú tienes esposa, ella tiene el cuerpo limpio, ella te respeta, pero ahora tú vienes con una prostituta que usa a muchos hombres y lo ensucias.
Dice un proverbio chino: “Si quieres vivir feliz, habla lo menos posible”. ¿Es así de real? ¿O igual se mete a problemas un sordo que no habla? ¿Hay sordos chismosos?
(Ríe.) Hay muchos sordos que se meten a problemas en cuanto aprenden el lenguaje de señas. Igual que los niños, igual que algunas mujeres, les gusta chismear. Para mí, lo más importante es vivir correctamente y, si puedo dar algún consejo, lo doy, pero no me gusta meterme en problemas.
¿Tienen los sordos un lenguaje oculto, alguno de señas equivalente a lo que los oyentes llamamos “malas palabras”?
Sí, hay muchas palabras malas (ríe, azorado). Algunos sordos las utilizan, pero me da vergüenza hacerlas para usted, porque acabo de conocerlo, lo respeto (ríe). Hay palabras muy malas que no entienden los oyentes ni los intérpretes, pero entre sordos, sí las entendemos.
Yo le digo a mis estudiantes del Cecsa (Centro de Educación Continuada para Sordos Adultos, donde imparte clases de dibujo y pintura) que respeten. En la escuela había un estudiante sordo, alto, muy malcriado, que le hizo una seña al profesor (oyente); él, ni cuenta se dio, pero yo sí; lo llamé y le dije: “No hay que decir ‘tu madre’, eso no está bien”. Hasta tuve que decírselo a la directora, porque no solo hay que ver las malas palabras, sino el comportamiento, y ese estudiante era malcriado, pues molestaba a los demás.
Si saben “malas palabras”, tienen que saber chistes. ¿Me cuenta alguno?
(Ríe. Víctor Hugo se pone de pie. Por un momento, me ve con amable malicia y ríe antes de contar el chiste. Ahora, los lectores deberán imaginarlo haciendo cada una de las señas y movimientos que hace mientras cuenta el chiste, pues, de pronto, ya no es Víctor Hugo, sino un chimpancé gigante).
Iba King Kong subiendo por un lazo al edificio. Llevaba a una mujer en el hombro, pero como ella gritaba mucho, mejor la bajó.
Entonces, la estaba bajando cuando pasaron dos aviones y le dieron en el hombro. King Kong cayó al suelo. Pero como bajó muy sudoroso por todo lo que había estado luchando, y vio que iba pasando un pelón, lo agarró, se lo puso en una axila, y se lo echó como desodorante (risas).
(Ahora comprendo su malicia y su risa anticipada, pues tengo calvicie — soy pelón—. Seguimos con un intercambio de bromas y luego continuamos).
Volviendo a la pintura. ¿Cuándo y cómo decidió que seguiría esa profesión?
Cuando yo era pequeño, mi mamá me regaló un crayón. Pinté una casa, árboles; después, me compró un juego de crayones y seguí pintando mucho. Tenía unos 5 ó 6 años. Mi profesora se llamaba Tere, otra se llamaba Amanda. Ellas me felicitaron, me dijeron que pintaba muy bien. Luego, me saqué un primer lugar por pintar y de premio me regalaron un carrito, eso fue en 1976. Después, entré en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y tuve como maestros a Víctor Vásquez Kestler (se refiere al pintor, grabador y escultor Víctor Vásquez Kestler, también conocido como Vaskestler, nacido en 1927 y fallecido en 1994); otro de mis maestros fue Ernesto Boesche (1936), quien me enseñó a dibujar ollas y jarrones; también dibujo botellas de licor, pero jamás me las tomo, por respeto (risas). Lo que digo es verdad, pregúntaselo a mi mama.
Para mi graduación fui abanderado. Yo iba con un tacuche café, camisa y corbata; además, comimos tamal, también pregúntaselo a mi mama (Lo dice en serio, señala un teléfono y quiere que yo llame a su madre, pero le insisto que no es necesario).
¿Qué siente cuando pinta?
Me gusta ver los colores, los hay primarios, secundarios; cuando los mezclo y pinto el color de las personas, el color natural de su carne, eso es algo que me hace sentir muy bien. Me encanta hacer pintura mural; hicimos uno de ocho por 16 metros, afuera de la embajada de Estados Unidos, en una pared, con mis estudiantes sordos. Quiero enseñarles a pintar, para que aprendan a expresarse, y además para que todos los respeten, a los de primaria, a los de básicos y a los adultos, y todo eso es gracias al Comité (Pro Ciegos y Sordos de Guatemala).
Finalmente, ¿desde hace cuánto vive en el Gallito?
Desde 1990, desde que mi madrina nos dio esa casa.
¿Es muy peligroso, como dicen, vivir allí?
Ha habido algunos problemas, pero es como en todos los lugares de Guatemala. La gente cree que es muy peligroso vivir allí, les da miedo, pero es una zona normal, como toda la capital. Yo visito a mis amigos en otras colonias y también tienen policías, porque, igual, tienen miedo. Con mi mamá caminamos con mucha tranquilidad, nos vamos a pie cerca del cementerio (General) a comprar flores y se las ponemos a la imagen de la virgen que tenemos en nuestra casa.
Víctor Hugo Celis
Guatemala, 30 de abril de 1960.
Es Bachiller en Arte, graduado en 1987 de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Enap) con especialización en pintura mural.
Actualmente es catedrático de Talleres de Artes Plástica y Dibujo en el Centro de Educación Continuada para Adultos (Cecsa) del Comité Pro Ciegos y Sordos de Guatemala.
Reconocimientos, en la Enap:
Primer premio de pintura representativa III.
Premio único de pintura mural II.