lunes, 26 de julio de 2010

De las tablas al mundo interior: Luis Tuchán


Luiz Tuchán explica algo de su paso por el teatro y de su entrega a la psicología.


Por Juan Carlos Lemus


Durante años, algunos de los mejores directores teatrales del país vieron en Luiz Tuchán a un actor excepcional destinado a dejar honda huella sobre las tablas. Se trataba de un intérprete de grande aplomo y sorprendente fuerza actoral. Quienes lo vimos en el escenario, experimentamos a Macbeth o a Edipo Rey atravesar la cuarta pared y al espectador con un filo auténtico e intempestivo. Hace 10 años, casi de un día para otro, sin embargo —y sin anunciar su retiro con cohetes y Torito—, Tuchán desapareció de escena. Con el tiempo, en los diarios fueron publicados anuncios sobre cursos y talleres de inteligencia emocional, de transformación personal y de alquimia de la vida amorosa, impartidos por el psicólogo y concienciador Luiz Tuchán.
De manera que cuando lo entrevistamos, forzoso era preguntarle el porqué de su retiro definitivo de las tablas. “Para mí, las artes escénicas fueron un medio, no el objetivo de mi vida. Tampoco fui un quijote del teatro, lo hice porque me daba placer. Además, al actuar buscaba ensanchar la conciencia del público”. Es así como lo deja claro; solo será menester, entonces, insistir con otro par de preguntas sobre el tema. Pero antes de proseguir, pondremos sobre la mesa otro aspecto que consideramos de suma importancia:
En el campo del esfuerzo por el autoconocimiento abundan rufianes, charlatanes y merolicos que ofrecen técnicas de superación; otros hablan de espiritualidad con un candil en la mano, y hay quienes practican la psicología como un negocio que abarata la credibilidad en ella, debido a su brutal insignificancia. Nuestro entrevistado está en el otro extremo. Antes bien, sus cortes y zarpazos son rebeldes, van en contra de las palabras prostituidas en los anuncios y el mercado de la mente. Tuchán desprecia a la moral hipócrita y santurrona y sus talleres pretenden contribuir a que las personas se encuentren a sí mismas.
En cuanto a lo rebelde, impreciso sería imaginarlo un agitador social o un Enfant terrible de la psicología. Sería errado por cuanto lo suyo es algo que tiene que ver, sencillamente, con una actitud indagatoria en el océano interior del ser humano. Para él, no puede haber sicología sin espiritualidad y ya nos explicará el porqué.
Nos entrevistamos en un café, una mañana de este mes. Es un tipo que no se anda con rodeos. De entrada, fija su postura: “No pretendo ni que me reconozcan ni que me recuerden, soy un hombre que cumplió con su tarea cuando visitó este planeta; punto”.

¿Estuvo siempre consciente de que abandonaría el teatro?

Desde que entré, lo que había posiblemente era un dejo de exhibicionismo —lo cual es normal en cualquier actor—, pero con el tiempo eso fue cambiando porque el teatro también fue una manera de zambullirme en mi mundo interior. Fue como un objetivo para ensanchar la conciencia del público, y es lo mismo que estoy haciendo ahora, solamente que a través de la psicología.

¿Cómo es posible ser auténtico en la actuación, si actuar es, precisamente, una máscara?

Al actuar, yo no prestaría mi cuerpo para hacer a un personaje, sino que lo saco de mi mundo interior porque adentro tengo una totalidad, como cualquiera. Puedo tener tanto a un criminal como a un santo, a un moralista como a un pervertido, lo que pasa es que es con base en mi libre albedrío que yo podría alimentar en mí al criminal, pero no me interesa porque eso me rebaja.
El teatro es un medio que puede permitir a un actor convertirse en observador, en testigo de sí mismo. Y observar es entrar al nivel espiritual, entendiendo lo espiritual no como algo religioso, sino como el oro del nivel superior de conciencia.

¿Cómo entender la psicología con eso de los niveles de conciencia?

La verdadera fuente de la psicología no es ni la biología ni la filosofía, sino la espiritualidad. La psicología se generó como la ciencia del estudio de la psiquis, desde la antigüedad. La espiritualidad proviene de la experiencia directa de los maestros espirituales, que no son santones ni deidades, sino simplemente seres humanos que han llegado a niveles superiores de conciencia. La realidad no podemos conocerla mediante la mente racional, pues esta es muy limitada; por ejemplo, el cerebro procesa, en un segundo, 400 mil millones de bits de información, y solo somos conscientes de 2 mil bits. El conocimiento de la espiritualidad, en cambio, proviene de seres que han logrado llegar a niveles superiores de conciencia.

Habla de espiritualidad, ¿no le parece que es una palabra a menudo mal empleada?

Lamentablemente, cuando las personas escuchan hablar de espiritualidad, la toman como algo religioso. Las religiones organizadas están al servicio de la sociedad convencional, no al servicio del ser humano. Y las creencias de las religiones son solo interpretaciones de la verdad, pero no son la verdad; las personas se adhieren las creencias religiosas solo porque tienen miedo.

¿Miedo?

Fundamentalmente, hay dos emociones con las cuales algunas religiones manejan con mala intención al ser humano: miedo y culpa. No meto en el mismo saco a todas las religiones, porque probablemente hay algunas que orientan hacia la liberación y que enseñan a alcanzar niveles superiores de conciencia. Es una decisión personal evaluar si mi religión me libera o no.

¿Cómo identificar al malhechor?, quiero decir, a la religión que manipula.

La religión es un camino hacia la espiritualidad. El problema es cuando se vuelve un business. Hay religiones que dicen que uno viene, desde pequeño, manchado por el pecado. Para empezar, en su verdadera acepción, pecado no es una falta moral sino una deficiencia, y es verdad que nacemos con una deficiencia, la de ser incapaces de ver la realidad, pero eso no es una falta moral. Y acorde a esas religiones, usted tiene que ir al dry cleaning para que le laven el alma. Lo manejan con el miedo, sobre todo con el miedo a la muerte; le prometen un paraíso al cual va a llegar. La sociedad convencional maneja tres elementos: la obediencia ciega, la fe y la paciencia. Osho dice que hay dos especies malditas en la humanidad: los profesionales de la religión que ofrecen un paraíso que no existe, y los políticos, que ofrecen un paraíso en la Tierra, que nunca cumplen.

Menciona a Osho. ¿Cuáles son sus referentes?

De la tradición espiritual son Buda, Cristo, Krishnamurti, Osho y muchos otros iluminados. Todos dicen lo mismo, solo que lo plantean de diferente manera. Lo que sucede es que la práctica espiritual siempre estará impregnada por los ingredientes culturales.

Esos personajes coinciden espiritualmente, pero algunos de ellos, materialmente, vivieron polos opuestos; por ejemplo, Gautama Buda era príncipe pero eligió dejarlo todo, y contrasta con Osho, quien tuvo 93 Rolls-Royce y relojes caros. ¿Cómo deberíamos entender ese contraste?

Cuando Osho estaba en India, antes de ir a EE. UU., donde lo mataron la CIA y las religiones extremistas, mandó a comprar el carro último modelo más caro que se pudiera. Y luego, dijo: “Antes de comprar el carro nadie hablaba de nosotros, ahora que lo compramos, todo el mundo lo hace”. Osho es el más contestatario de todos. En su autobiografía explica que da lo mismo meditar en una carreta de bueyes que en un Roll-Royce. Tenía 93 de estos carros porque se los regalaron todos.
Y todo eso me recuerda otra anécdota muy interesante; en una ocasión, una periodista le dice: “A ti te llaman el gurú del sexo porque escribiste un libro sobre el sexo”, y Osho le contesta: “Yo escribí un libro que trata del sexo hacia la superconciencia, pero tú solo leíste la palabra sexo”.

Imparte talleres sobre alquimia de la vida amorosa. ¿Qué es el amor?

Las personas piensan que el amor es “una emoción”, dicen que es “el sentimiento más elevado” y no sé que más pendejadas. Pero cuando entramos en ese campo de lo espiritual nos damos cuenta de que el amor es uno de los poderes superiores del ser humano, igual que el conocimiento y la voluntad.
El poder yo lo controlo, el amor es para mí un poder. Pero las relaciones amorosas se basan en el sentimiento y por eso fracasan. Las emociones no pueden ser la base de una relación porque fluctúan, son fuertes o débiles, hoy están y mañana no, y si solo entiendo el amor como un sentimiento, entonces soy objeto de una emoción. El amor no está al inicio de una relación de pareja; lo que hay es una reacción física ante un estímulo, y la mayoría se queda con eso y años después están decepcionados porque ya no sienten lo mismo y, claro, en una relación permanente no puede bastar la emoción. Las parejas siempre van a seguir formándose así, pero es importante tenerlo claro y estar capacitados para comprometerse en esa aventura para lograr ambos el verdadero amor, que es incondicional. Además, algunas personas tienen dificultades para la intimidad, les cuesta mucho mostrarse desnudos ante los demás, pero la verdadera intimidad no es física, sino sicológica y espiritual.

¿Por qué del miedo a esa intimidad?

Porque nos desconocemos, porque estamos llenos de traumas y de carencias. Los seres humanos somos, básicamente, entes traumados, si entendemos como trauma toda situación para la cual yo no tengo respuesta, y usted no tenía respuesta para la primera nalgada que le dieron, ni para la primera inyección que le pusieron, ni para la primera vez que lo llevaron al colegio. Claro que los organismos responden de diferente manera. Algunas de esas situaciones no han sido tan graves y no han dejado heridas tan profundas como otras. Y todo ese mundo que está refundido en el inconsciente es el que determina un 95 por ciento del comportamiento del ser humano.

En algún momento habló de Iluminación, ¿para qué alcanzarla?

¿Para qué vino usted a este mundo? ¿Cuál es el objetivo de su vida? ¿Ser feliz? Claro que la felicidad cada cual puede definirla de diferente manera. ¿Es tener cosas? ¿Es alcanzar grados académicos? ¿Es ser famoso? Usted va a definir la felicidad dependiendo de su nivel de desarrollo espiritual. Si usted es una persona materialista, la va a definir como la obtención de riqueza, prestigio o poder. Pero, para empezar, la felicidad es un estado interior que nadie me puede dar. Está en mí, y eso nos lleva a otro aspecto. Hay personas que no asumen nunca su responsabilidad y siempre están diciendo que son infelices porque la mujer les falló, porque el marido “les salió mal”; siempre están diciendo “si ella cambiara, yo sería feliz”, eso es infantilismo emocional. En realidad, yo uso lo que otra persona hace, dice o sienta para sentirme mal, pero no es la persona la que puede hacerme sentir mal a mí. Es como que usted toque una de mis cuerdas flojas, pero la cuerda floja es mía, no de quien me la tocó. Es una cuestión de elección.

(En el 2002, Luiz Tuchán lanzó su Manifiesto a los poetas escénicos en decadencia, un verdadero golpe agitador de las aguas teatrales. Cierro esta entrevista citando el último párrafo de ese documento: “Que cada quien camine por donde quiera, mientras su caminar sea producto de una decisión consciente y asuma la responsabilidad existencial, social e histórica de las consecuencias”).












En resumen

Luiz Tuchán Valle (Guatemala, 1945) es licenciado en Psicología por la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Es maestro de Arte. Fue actor de los 5 a los 55 años de edad (renunció al teatro en el 2000).
Tiene un extenso currículo como director y ejecutor de programas psicológicos en centros educativos y entidades internacionales.

2 comentarios:

  1. Conozco a este gran señor! que todo lo que hace es maravilloso.. buena vibra para el siempre y gracias por aportar algo tan verdadero y escencial para la humanidad! Monica Taylor

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  2. saludos, mónica taylor
    coincido con usted en que es un gran señor Tuchán.

    saludos afectuosos y gracias por su comentario

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